El cumpleaños de Florita

Por fin había llegado el cumpleaños de Florita, era uno de los días del año que más gustaban a Susset, cada año le preparaba una sorpresa que sabia le haría feliz. Susset se tomaba su tiempo, empezaba a prepararlo todo dos meses antes.

Era una chica remilgada y delgaducha, una estúpida que siempre miraba mal a Florita, la envidiaba. Susset le había echado el ojo un tiempo atrás. Conocía todos sus pasos, sabía lo que hacia el lunes, el martes, el miércoles… El viernes la siguió, la pobre había quedado con sus amigas en el centro comercial para probarse ropa de marca, pensó que lo pasaría bien.

Caminando, antes de llegar al centro comercial, sintió que alguien le tocaba el hombro delicadamente, se giro esperando encontrar la cara del guapo de turno pero lo que se encontró fueron los ojos desencajados de Susset. Iba acompañada de su padre, y su furgoneta, el no podía negarse a ayudar a su hija, y menos si se trataba del regalo de cumpleaños de Florita. Le taparon la boca y le metieron dentro, quince minutos más tarde estaban en el almacén de Padre, le ataron a la camilla, le tranquilizaron y le explicaron un poco por encima lo que iba a pasar, le dijeron que no le iban a dar un tiro en la cabeza porque querían conservarla tal y como era, le inyectarían tiopental sódico, bromuro de pancuronio y cloruro de potasio, tendría una muerte tranquila e indolora y un gesto de relajación en el rostro. Pero no le contaron lo que vendría después. La ilusión de Florita ese año era tener una de esas muñecas que son solo una cabeza cuello y hombros y un pelo larguísimo que sirve para hacer tus propios diseños de peinados, y también de maquillaje.

Susset utilizo sus tijeras para cortar el cuerpo a la altura de los hombros, le quedo perfecto no hubo que hacer retoques, Padre se encargo de embalsamar el busto y Madre le hizo una delicada coleta sujeta con un lazo rojo. Una vez terminado, Susset la guardo en una caja, esperando ansiosa ver la cara de sorpresa de su amiga el día de su cumpleaños.

Susset nació una fría noche de otoño a las 3:15 am, justo en el mismo instante, en el que dicen, se juntan los dos mundos, el de los vivos y el de los muertos.

Hija de un carnicero degollador y un ama de casa esquizofrénica, aunque todo hay que decirlo, una esposa y madre entregada, Susset se crió en un pequeño pueblo llamado Picotazo Village.

Picotazo Village, estaba cerca de la gran ciudad, a unos 25 kilómetros, mucha gente de Picotazo se desplazaba hasta la gran ciudad casi a diario para acudir a los centros comerciales y comprar cosas que en Picotazo Village eran complicadas de encontrar, y los viernes y los sábados muchos jóvenes del pueblo iban a la ciudad a hacer de las suyas. Picotazo Village era un sitio tranquilo habitado por gente peculiar.


Hasta los nueve años aproximadamente Susset fue una niña solitaria, le costaba muchísimo hacer amigos, pues había nacido con una peculiaridad, una pequeña peculiaridad… ¡¡¡¡TENÍA TIJERAS EN LUGAR DE MANOS¡¡¡¡ No, no, no, no era una extraña suerte de Eduardo ManosTijeras, no. Ella, había nacido así, no era un monstruo, solo tenía una pequeña malformación. Pero todo tenía una explicación: su madre, estando embarazada de tres meses exactos, presa de un ataque de esquizofrenia agudo, se tragó cuatro tijeras, éstas fueron a parar justo a dos pequeñas protuberancias (que después serían los brazos) que sobresalían del pequeño feto que era Susset en aquel momento. Por supuesto, ni que decir tiene, que en el momento del parto, a la madre le practicaron una cesárea.

Susset nunca fue al colegio debido a un pequeño incidente ocurrido en parvulario con la oreja de un compañero de clase, nada importante. Apenas salía, no le gustaba como le miraban sus manos, o mejor dicho, tijeras, sus vecinos. Ella prefería quedarse en casa, viendo clásicos del cine como “La Matanza de Texas” o “La Noche de los Muertos Vivientes”, junto a su padre, un gran amante de este género.

Susset tenía una tutora que le daba clases en casa, la señora Pitita Patata. Ya era mayor cuando Susset era una niña. Vista de perfil tenia la misma silueta que una gallina. La señora Pitita Patata le daba clases en su casa todos los días de lunes a viernes de 8:45 a 14:00. Pitita era una de las pocas personas que no la miraban con ojos asustados, pues la conocía desde que era un bebé.

Susset tuvo una infancia feliz, a pesar de no tener muchos amigos. Se crió como cualquier niña. Sus padres la querían muchísimo, y Pitita era para ella como una abuela.

A los 9 años, consiguió que una chica llamada Florita Manojos que llevaba poco tiempo viviendo en Picotazo Village, se hiciera su amiga.

Florita Manojos venia de una gran capital, uno de esos sitios que Susset solo había visto en las películas. Los padres de Florita eran banqueros, y se habían mudado a Picotazo Village después de que el banco para el que trabajaban abriera una sucursal allí.

Florita tenía uno de esos cabellos de modelos, rubio, súper largo y brillante, los ojos rasgados, muy grandes y azules, una boquita pequeñita rosada, y una nariz respingona. Era pizpireta e imaginativa.

Florita solo tenía un defecto, en situaciones extremas, no era capaz de expresar con claridad sus sentimientos y emociones cosa que a Susset le venía muy bien. Era inocente pensaba que todas las cosas, todas, ocurrían por algo bueno, también pensaba que Picotazo Village era uno de esos sitios en los que podías dejar las puertas de tu casa abiertas, donde podías dejar la bicicleta apoyada sobre cualquier árbol y nunca desaparecería, donde el perro del vecino era un buen perro y nunca atacaba a nadie, donde el carnicero era un tipo normal, donde la niña de la casa de enfrente, era una niña interesante, y no tenía porque ser una psicópata sólo por tener tijeras en lugar de manos.